Nació Fabiana Sofía

Probablemente varios padres ya han pasado por una historia similar a la que vamos a relatar, y probablemente también, otros padres, pueden estar pasando por ello en este momento.

Si de alguna manera estas líneas ayudan a entender y ordenar los pensamientos de aquellos que reciben la noticia de que su futuro hijo o hija tiene Sindrome de Down, entonces podemos sentirnos satisfechos... Leer entrada completa

miércoles, 24 de diciembre de 2008

10 días

La gordita con diez días de nacida.
Zzzz para variar.
Esta foto se tomó la víspera de navidad.

sábado, 20 de diciembre de 2008

lunes, 15 de diciembre de 2008

Nació Fabiana Sofía

Probablemente varios padres ya han pasado por una historia similar a la que vamos a relatar, y probablemente también, otros padres, pueden estar pasando por ello en este momento. Si de alguna manera estas líneas ayudan a entender y ordenar los pensamientos de aquellos que reciben la noticia de que su futuro hijo o hija tiene Sindrome de Down, entonces podemos sentirnos satisfechos.


Fabiana nació un 15 de diciembre de 2008 a las doce del día, era natural que la noche anterior hubiera sido algo agitada. Jennifer, mi esposa y mamá de Fabiana, había iniciado las labores de parto varias horas antes, sin embargo, la decisión de acudir al hospital surgió recién alrededor de las siete u ocho de esa noche. Hasta ese momento ninguno de los dos sabía que la gorda, como le decimos ahora, tendría abundante cabello, síndrome de down, y tan protuberantes mejillas. Al final de cuentas, ninguna de esas características hizo diferencia en lo que sería más adelante Fabiana, ni en el amor que da y recibe.

Esa noche, la víspera del nacimiento de la gorda, Jennifer ingresó al hospital con la idea de salir cargando un paquetito, a más tardar, a las nueve de la mañana del día siguiente. Como deben imaginarse, eso no sucedió. En realidad, a las once de la mañana, recién, Fabiana daba señales de quere salir al exterior. No la culparía de querer permancer dentro, si supiera como están las cosas por fuera; digo, más por el planeta que por el país, pero, hasta ese entonces adentro debió estar mejor y más cálido.

Al día siguiente, casi al medio día, y luego de esperar varias horas, pudimos ver pasar, al fondo del pasillo del hospital, una camilla en la que Jenny, visiblemente cansada, hacía señas para que le diera el alcance. Hasta ese momento no había tenido contacto con ella, ni sabía nada de Fabiana, así que sólo traté de seguir la camilla hasta que ingresó a una habitación. Una vez que pude hablarle, la primera frase que dijo fue -"ya la pudiste ver"-, con una voz de alegría y al mismo tiempo de preocupación. La respuesta que le di fue que no, que aún no había podido hacerlo. Fue en ese momento que me dijo: - "tiene síndrome". No fue necesario que dijera la palabra down, tampoco tuvo que explicar más, estaba bastante claro para mí en ese momento.

Creo, y nadie que haya pasado por esta vivencia puede negarlo, que este es uno de esos momentos que quedan grabados en la mente por siempre, y que, con el tiempo, se van convirtiendo en una lección de vida, madurez y enseñanza.

Recibir una noticia como esa es, en un primer momento, desconcertante. Son muchas las ideas y sentimientos que pasan por la mente de un padre en esa situación, y que luego se funden en sensaciones de pasado y futuro, y aunque paresca irónico, se deja de lado lo más importante, el presente.

Mi mente trabajaba a mil tratando, inutilmente, de buscar razones para aminorar la pena de no haber estado en el momento que nació Fabiana, y en el que Jenny tuvo que recibir, procesar, y entender la noticia. Los pensamientos, también, corren tratando de buscar formas de contarlo a los familiares que van llegando a saludar y a conocer al nuevo integrante de la familia.

En fin, toda esta noria de sensaciones, razonables pero no inmanejables, desaparecieron de inmediato, cuando, a las seis de la tarde una enfermera trajo una gorda hermoza, envuelta para regalo en sábanas de algodón. En ese momento nuestra vida cambió completamente, y entendimos que, el sindrome de down, haría tanta diferencia como, el color del cabello, la forma de la nariz o el tono de la voz; es decir ninguna.